Entrena tus Emociones

Publicado por:  Francesc Porta
Psicólogo y Coach Directivo-Deportivo
 

Mucho se habla actualmente de las emociones, un tema tabú hace unos años, y parece que empieza a tomar el peso que merece. Estudios como el de ‘The Future of Jobs’ de la Universidad de Harvard donde se afirma que los menores de nueve años que se inician en la práctica de competencias socioemocionales, aumentan su creatividad y mejoran en la gestión de su estrés en porcentajes entre el 15 y el 20%, demuestran la importancia de nuestra gestión emocional.

Si bien es cierto que no resulta fácil ser emocionalmente inteligente, sobre todo para aquellas generaciones que no hemos sido educadas en la emoción, sabemos que expresarlas nos libera, mejora nuestras relaciones personales y nos adapta a numerosas situaciones. En entornos de incertidumbre, como el actual, no nos queda más remedio que aprender a expresar nuestra tristeza, miedo, enfado o sorpresa de la manera más adaptativa posible. Pero para cualquier aprendizaje necesitamos práctica y dedicación, un cierto tiempo por y para ellas. ¿Cómo puedo entrenar mis emociones?

  • Identificándolas.

A veces nos preocupamos por cómo nos hemos podido comportar con un compañero o un rival cuando jugamos una partida a cualquier videojuego al gritar o reaccionar de malas maneras. Tomar un tiempo para identificar estas situaciones y reflexionar sobre cómo te sentiste, para buscar alternativas o estrategias de afrontamiento diferentes, nos ayuda a darle sentido y a identificar el verdadero problema de fondo. Es bueno ser capaz de reconocer lo que uno siente, aunque se necesite valor y transparencia con uno mismo y con los demás. Cuando aceptas tus emociones, tal y como son, y te responsabilizas de sus consecuencias, sean buenas o malas, has dado el primer paso para aprender sobre ellas. Un ejercicio que siempre recomiendo es tener un diario emocional. Sólo necesitas 10 minutos al día para anotar cómo te has sentido, por qué te has sentido así y qué podrías haber hecho para mejorarlo. Muy probablemente, la próxima vez que te encuentres en una situación parecida a aquella que gestionaste mal, ya hayas aprendido a comportarte de manera diferente.

  • Comprendiéndolas y regulándolas.

No existen emociones positivas o negativas, éstas no entienden de significado. Todas son necesarias para nuestra adaptación al medio. La interpretación de las mismas se la damos nosotros, y luchar contra ellas o evitarlas no es una decisión acertada. Como seres emocionales debemos conocerlas, entenderlas y aceptarlas como parte de nuestra experiencia, aun cuando muchas veces no sean de nuestro agrado. Actualmente en la mayoría de escuelas, los niños y niñas trabajan sus emociones dibujando, pintando y dándoles forma, actividad muy acertada para guiar este proceso. Cuando somos capaces de comprenderlas nos comprendemos. Son una gran fuente de información para interpretar de una manera eficiente lo que sucede y así conectar con los demás adecuadamente. Es decir, de manera positiva y proporcional en el momento oportuno. Cuando me llevo bien con mis emociones, soy empático con el otro y lo escucho, lo acepto y lo ayudo. La mejor manera para sentirme bien.

  • Expresándolas.

Somos capaces de explicar algo cuando lo entendemos. Si hemos hecho los deberes con nuestras emociones seremos capaces de expresar aquello que nos preocupa, nos gusta, tememos, soportamos o esperamos. No daremos por supuesto cuánto queremos a alguien o lo que me ha molestado. Llorar, expresar frustración o agradecer, muchas veces nos parece vergonzoso y lo reprimimos para protegernos, cuando lo que estamos haciendo es justamente lo contrario. Cuando reprimimos nos hacemos daño, acumulamos una energía que, un día sin saber cómo, explota de manera incontrolable. Expresamos nuestras emociones de manera inconsciente constantemente, a través de nuestra comunicación no verbal, nuestra escucha, nuestro cuerpo, nuestro rostro. En función de cómo pensamos. Pero también podemos provocar actividades para expresarlas de manera diferente: bailando, practicando yoga, Mindfulness, meditación, ejercicio físico. Esta manera de entrenar nuestras emociones nos ayuda a identificarlas, entenderlas y expresarlas.

Existen diferentes ejemplos de los beneficios de este tipo de entrenamiento emocional. Uno de ellos es el deporte. Numerosas investigaciones relacionan el rendimiento deportivo con las emociones del deportista. Antoine Bechara de la Universidad de California del Sur demostró que “Cuando uno se enfrenta a un resultado muy incierto, o desconocido, confiar en la intuición y en las emociones es la mejor estrategia”. Por tanto, los deportistas con estados emocionales positivos tienden a considerar más probables los hechos futuros positivos que los negativos, mejorando así su rendimiento.

En la época de la conectividad, sacarle partido a la realidad virtual o a los videojuegos para reducir los niveles de estrés en los adolescentes es otro ejemplo de entrenamiento con retorno. Los estudios muestran que una situación estresante en el juego lleva a los jugadores a experimentar una reacción de estrés como en la vida real. En consecuencia, si somos capaces de “entrenar” virtualmente situaciones complejas, esto puede proporcionarle al jugador estrategias adecuadas para afrontar en la vida real ciertas situaciones parecidas. Personalmente, utilizo técnicas de realidad virtual con mis deportistas para el entrenamiento de diferentes situaciones consiguiendo un gran resultado.

Los beneficios de dominar nuestras emociones son evidentes, nos ayudan en la relación con otras personas, en la toma de decisiones y, en definitiva, optimizan nuestro rendimiento personal aumentando así nuestro bienestar. ¡Invertir en ellas, da resultado!

Francesc Porta
Psicólogo y Coach Directivo- Deportivo
https://www.francescporta.com/

31/05/2021

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